viernes, 21 de diciembre de 2007

Operación Masacre, una obra precursora

En la mañana del 16 de Noviembre de 1959, Truman Capote estaba hojeando el New York Times cuando se detuvo a leer una nota de la agencia UPI en Holcomb, Kansas, que llevaba por título “Asesinados rico agricultor y tres familiares”. Capote estaba buscando ideas para transformar el periodismo en un arte literario serio y este crimen en Holcomb fue la oportunidad perfecta para su objetivo. El resultado fue su célebre novela A sangre fría. Años antes de que comiencen a circular este tipo de novelas inscriptas en el denominado género de no ficción y que tuvo como precursor principal a Truman Capote, Rodolfo Walsh ya había publicado en nuestro país Operación Masacre.
En Argentina, pocos años antes Perón había sido derrocado y el general Pedro Eugenio Aramburu gobernaba el país. A mediados del ‘56 había miles de presos políticos, el cadáver de Evita había sido secuestrado, no se podía nombrar al peronismo y había sido anulada la Constitución de 1949 que daba rango constitucional a los derechos económico-sociales; los generales peronistas Juan José Valle y Raúl Tanco encabezaron una revolución a fin de provocar la caída de Aramburu y lograr así que Perón volviera al poder. La revuelta fracasó y el huracán represivo fue atroz. Se decretó la ley marcial y la pena de muerte para los que la incumplieran. A Valle y a los que detuvieron conspirando los fusilaron; el general Tanco, uno de los jefes de la conspiración, se salvó milagrosamente aislandose en la embajada de Haití en Buenos Aires.
Paralelamente a estos hechos el jefe de la policía Bonaerense, Teniente Coronel Desiderio Fernández Suárez, encabezó diversos allanamientos. Uno de ellos fue en Hipólito Yrigoyen 4519, de la localidad de Florida, antes del inicio del levantamiento, y antes de que rigiera la ley marcial. Llevaron a los detenidos a la Brigada de Investigaciones de San Martín y, durante la madrugada y desde La Plata, ordenó su fusilamiento. No había pruebas fehacientes de la vinculación del grupo detenido con el levantamiento, pero la orden se ejecutó igual, en un basural de José León Suárez. No todos murieron, algunos lograron escapar, en la oscuridad, de la muerte.
En el prólogo mismo de Operación Masacre, Rodolfo Walsh cuenta que hasta los sucesos del 9 de Junio de 1956 su vida sólo pasaba por “...el ajedrez, la literatura fantástica que leo y los cuentos policiales que escribo”. Esa noche, Walsh jugaba al ajedrez en un café de La Plata cuando fue sorprendido por el “cercano tiroteo con que empezó el asalto al comando de la segunda división y al departamento de policía en la fracasada revolución de Valle”. Él fue testigo de ese intento de alzamiento fallido al ser vecino del Departamento de Policía, “...en mi casa – comenta – había soldados en las azoteas y en la cocina y en los dormitorios (...), la violencia me ha salpicado las paredes, en las ventanas hay agujeros de balas, he visto un coche agujereado y adentro un hombre con los sesos al aire”. La violencia y el crimen habían golpeado a su puerta, pero él prefirió escapar: “Después no quiero recordar más, ni la voz del locutor en la madrugada anunciando que dieciocho civiles han sido ejecutados en Lanus ni la ola de sangre que anega al país hasta la muerte de Valle. Tengo demasiado para una sola noche. (...) ¿Puedo volver a jugar al ajedrez?”
Su vida continuó entonces con normalidad, entre el ajedrez y la literatura fantástica hasta seis meses después de estos hechos, cuando una noche, sentado ante un vaso de cerveza, un hombre se acerca y le dice: “Hay un fusilado que vive”. En ese momento comenzaría a gestarse Operación Masacre. “Durante casi un año, - dice Walsh – no pensaré en otra cosa, abandonaré mi casa y mi trabajo, me llamaré Francisco Freyre, tendré una célula falsa con ese nombre (...), llevaré conmigo un revólver y a cada momento las figuras del drama volverán obsesivamente”. Walsh comenzaba a darse cuenta así, que la realidad es a veces más compleja que las mismas ficciones que él entretejía y se va llegando acá al momento cumbre de su evolución como escritor, una evolución que va de la industria cultural a la literatura de compromiso. “Mi relación con la literatura – afirma Walsh – se da en dos etapas: de sobrevaloración y mitificación hasta 1967 (…); y de desvalorización y paulatino rechazo a partir de 1968, cuando la tarea política ya se vuelve una alternativa”
Esta obra, afirma Walsh en su Introducción, “persigue un objeto social: el aniquilamiento a corto o largo plazo de los asesinos impunes, de los torturadores, de los técnicos de la picana que permanecen a pesar de los cambios de gobierno, del hampa armada y uniformada”. La investigación es el eje de su obra, el desciframiento, la búsqueda de la verdad, el trabajo con el secreto, el rigor de la reconstrucción, asevera Ricardo Piglia, y agrega que Operación Masacre es una respuesta al viejo debate sobre el compromiso del escritor y la eficacia de la literatura. Los ideales de este traductor, escritor, antólogo y periodista nacido en Choele-Choel se pueden resumir en estas palabras formuladas en un reportaje que le hiciera el mismo Ricardo Piglia: “...el campo del intelectual es, por definición, la conciencia. Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante, y el que comprendiendo no actúa, tendrá lugar en la antología del llanto pero no en la historia viva de su tierra”.

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